martes, 17 de septiembre de 2013

Humauaca, Tilcara y Purmamarca

Llegué a Humauaca con la intención de ver el Hornocal, formación montañosa en la que se pueden ver 13 colores y 33 formaciones en fila, tras informarme me dicen que la única posibilidad de ir es contratando una excursión que sale a las 3 de la tarde del día siguiente, no quiero pasar otro dia allí porque Humauaca no es un lugar muy bonito, así que cuando me levanto visito el museo de la ciudad y me voy para Tilcara. Al llegar a Tilcara, lo primero que hago es visitar la oficina de turismo donde conozco a Carlitos, el guía local que me indica donde alojarme y me ofrece la excursión de las cuevas que sale en un par de horas. Antes de ir a la excursión visito el Pucara de Tilcara, fortaleza para mirar el horizonte y controlar la llegada del enemigo. Al llegar a la oficina, Mario, un sr. De Bs As inicia una conversación conmigo y vamos caminando juntos hacia las cuevas, él me explica un poco hacia donde dirige su viaje después de Tilcara y tenemos varios destinos en común, además habíamos recorrido varios pueblos con una diferencia de 1 día o 2. En la cueva Carlitos nos explicó que los curanderos hace años la utilizaban para hacer limpiezas energéticas a las personas, frotando yerbas medicinales por todo el cuerpo y después se quemaban para dejar allí las malas energías. En la cueva Carlitos nos dio la grata sorpresa de hacernos fotos en las que se nos ve perfectamente gracias a la ayuda de las velas. Tuve la fortuna de que Carlitos me ofreció hacerme una limpieza energética, así dejé en la cueva la mala energía que me acompañaba hasta ese momento. Fue un momento mágico y muy gratificante. A la noche fuimos a cenar y a una peña para escuchar y bailar folklore, chacareras, samba, chayas y otros ritmos. A la 1.30 me fui a dormir, habíamos quedado Mario, Carlitos y yo para ir de excursión a las 8. Carlitos nunca apareció así que Mario y yo nos fuimos a Susques, en este camino alcanzamos los 4.000 y pico, causalmente celebraban la fiesta patronal (ver video). Pasamos por Salinas Grandes donde Mario y yo hicimos una apuesta sobre el material del que estaban construidas las mesas y sillas (ver foto), ganó él, un vinito, ya que eran de sal y después nos dimos cuenta de que todo era de sal. Añado que Mario trabaja para Mercedes Benz, así que nos trasladamos de un lado a otro en el super GLK300. Las andaduras del día nos llevaron a Purmamarca, donde hicimos el camino Colorado, aprovechando para meditar un ratito y me compré un suéter, tipo poncho de alpaca (lana de un animal parecido a la llama). Además vimos el Cerro de los Siete Colores, realmente las montañas tenían 7 colores y las construcciones se mimetizaban con el entorno. Purmamarca es un pueblito muy lindo. Mario quería ir a la Pollera de la Colla, que nunca encontramos, a la Quebrada de Juellas y a la Quebrada de Guichaco, como si no hubiéramos visto ya bastantes quebradas. Según Mario, la Grosa (que soy yo) consiguió lo que quería y finalmente fuimos al Hornocal para ello contratamos los servicios de Saturnino, un estudiante de guía local, de 19 años que cuando nos hablaba parecía que recitaba la lección. Fue muy interesante, pero hablaba tan rápido que no podía asimilar todo lo que nos estaba explicando. Nos explicó sobre el ritual a la Pachamama que ya he explicado antes, el ritual funerario, al año de morir la persona para recordarlo cocinan pan para entregar a los familiares, amigos y conocidos, además cocinan los platos que más le gustaban al difunto y hacen un pequeño ritual junto al río, haciendo un agujero en el suelo y entregando a la tierra un poco de todo lo cocinado y algo de bebida. Saturnino nos habló también del Carnaval, donde se disfrazan y hacen una petición a un demonio, si se cumple la petición le tienen lealtad al demonio en los próximos 3 años. Al volver del Hornocal pinchamos una rueda , Mario y Saturnino la cambiaron y al ir a la gasolinera para controlar la presión de todas las ruedas nos dimos cuenta de que la otra rueda trasera también estaba pinchada, esta se salvó gracias a que había una gomería(un taller) cercano donde arreglaron el pinchazo. Las horas de coche dan para conversar largo y tendido y entre mate y mate, ya puedo decir que pasé de cebadora aprendiz a cebadora oficial, siempre teniendo en cuenta de los porcentajes de cada elemento y tratando de que en las curvas y badenes no acabemos teniendo una ducha de mate . Para despedirnos de Tilcara invité a Mario al vino que se ganó en la apuesta de la sal y yo me comí un plato de carbonada, quinoa con verduras, riquísimo.

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